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Aprendizaje en el aula: siete ideas clave

Los mayores efectos sobre el aprendizaje del alumno se dan cuando los profesores se convierten en alumnos de su propia enseñanza y los alumnos se convierten en sus propios profesores.

John Hattie

Continuamente escuchamos los beneficios que originan determinadas metodologías pedagógicas y los perjuicios que ocasionan otras. Sin embargo, si no clarificamos cuales son los objetivos del aprendizaje y analizamos los efectos de la enseñanza sobre el mismo, difícilmente podremos evaluar la calidad de la práctica educativa. Así, por ejemplo, no es que el método expositivo clásico que todavía predomina en el aula sea perjudicial, sino que su uso exclusivo no es lo que requiere el aprendizaje óptimo del alumno.

Aunque existen las particularidades concretas en cada aula y en cada centro escolar, no podemos obviar los conocimientos científicos más generales que disponemos sobre el aprendizaje que, evidentemente, provienen de todo lo que ya sabemos sobre el funcionamiento del cerebro humano. Por eso son imprescindibles las modernas investigaciones en neurociencia, ya que nos suministran información relevante sobre cómo mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Y desde la perspectiva neuroeducativa, la flexibilidad pedagógica se nos antoja un componente esencial. Al fin y al cabo, cada cerebro humano es único y singular.

Analicemos, a continuación, algunos de los factores críticos que los estudios revelan que son muy importantes para el aprendizaje del alumno:

EXPECTATIVAS DEL ALUMNO

Las creencias propias del alumno sobre su capacidad personal y rendimiento son determinantes en su proceso de aprendizaje. Cuántas veces hemos visto alumnos que, condicionados por experiencias pasadas negativas o desmotivados ante la falta de interés que le suscita la escuela o abrumados por la exigencia de las tareas, son incapaces de mejorar académicamente.

Desde la perspectiva de la Neuroeducación hay dos descubrimientos especialmente importantes que enlazan con esto. El primero hace referencia a la plasticidad cerebral, que nos permite aprender y mejorar durante toda la vida, lo cual constituye una puerta abierta a la esperanza. Y el segundo muestra que las emociones son imprescindibles para el aprendizaje, es decir, lo cognitivo y lo emocional forman un binomio indisoluble.

Todo ello sugiere la necesidad de generar climas emocionales positivos y seguros en el aula en donde se asume el error con naturalidad porque sabemos que forma parte del proceso de aprendizaje, se suministran retos adecuados al alumno que le permitan crecer y mostrar sus fortalezas, se fomenta el aprendizaje participativo en el que el alumno es un protagonista activo del mismo y en donde existen siempre expectativas positivas por parte del profesor. Las etiquetas a los alumnos no solo son dañinas, sino que también son falsas.

OBJETIVOS DEL APRENDIZAJE

Al planificar una unidad de aprendizaje o un curso completo el docente ha de plantearse qué es lo que cree que el alumno debe aprender y cómo hacerlo. Y al final del proceso debe analizar si se alcanzó lo previsto.

Cuanto más transparentes sean para el alumno los objetivos del aprendizaje y los criterios de éxito requeridos para alcanzarlos, más se comprometerá  con el trabajo y mayor confianza adquirirá durante el proceso. Y como el ritmo de aprendizaje de cada alumno es diferente, es importante disponer de estrategias alternativas que permitan atender de forma adecuada la diversidad en el aula. En este sentido, la existencia de pequeños objetivos puede mejorar la motivación intrínseca del alumno al ver que progresa. Y fomentar el trabajo cooperativo en el aula puede colaborar en el proceso cuando se les enseña a los alumnos toda una serie de competencias interpersonales que les permite ponerlo en práctica de forma eficiente. La utilización de determinados recursos, como las nuevas tecnologías, debe facilitar el aprendizaje, no constituir la finalidad del mismo.

PROCESO CONSTRUCTIVISTA

Difícilmente los alumnos pueden disfrutar del reto del aprendizaje cuando solo se tienen en cuenta los resultados. Si lo único que cuenta es la nota del examen correspondiente, el alumno estudiará para el mismo pero difícilmente aprenderá. Y más si no se considera la importancia del esfuerzo en el proceso de desarrollo. Relacionado con esto, ya hemos analizado en Escuela con Cerebro la importancia de enseñar cómo funciona el cerebro para generar la necesaria mentalidad de crecimiento que nos hace perseverar ante los nuevos retos.

Nuestro cerebro aprende a través de la asociación de patrones, es decir, lo hace a través de un proceso constructivista en el que se va incorporando la información novedosa a lo ya conocido. Por eso es necesario enseñar teniendo en cuenta los conocimientos previos que ya posee el alumno. Y para ello hay que detectar estos conocimientos ya adquiridos a través de evaluaciones iniciales.

El alumno tiene que percibir el sentido y significado del aprendizaje. Además de integrar la nueva información en sus experiencias pasadas, el aprendizaje debe ser relevante (“¿para qué tengo que saber esto?”) y eso se facilita cuando está conectado a la vida cotidiana, es decir, cuando existe una utilidad práctica real. Al fin y al cabo, nuestro cerebro prefiere lo concreto a lo abstracto.

PRÁCTICA CONTINUA

El aprendizaje es un proceso que a nivel neuronal requiere el fortalecimiento de las sinapsis a través de un mecanismo dinámico conocido como potenciación a largo plazo (el desarrollo neuronal lo produce el proceso, no la solución). La práctica continua nos permite mejorar y la repetición es necesaria para la memoria a largo plazo (la excepción corresponde a los estados emocionales intensos). No olvidemos que no hay aprendizaje sin memoria, aunque existen matices diferenciadores cuando aprendemos procedimientos, conceptos o datos.

Los estudios avalan la utilización de la práctica sistemática del recuerdo, es decir, la reconstrucción del conocimiento en un currículo planteado en espiral  mejora el aprendizaje. Una práctica que no ha de desmotivar si está espaciada en el tiempo, invita a la reflexión y que, una vez que se poseen los conocimientos básicos, intercala problemas o análisis que requieren procedimientos de resolución diferentes. Por no hablar de la importancia de adquirir determinados automatismos que liberan espacio en la memoria de trabajo y que nos permiten concentrarnos en el proceso de resolución del problema.

EVALUACIÓN FORMATIVA

Evaluar no significa calificar. La evaluación, cuando se utiliza de forma adecuada, nos permite conocer y mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje, por lo que resulta un recurso pedagógico imprescindible. Eso es lo que ocurre en la evaluación formativa, en la que existe un feedback continuo porque se da durante el proceso de aprendizaje, a diferencia de la evaluación sumativa que se da al final del mismo. Tiene una finalidad reguladora y es que cuando se fomenta la autonomía del alumno, se le enseña a analizar su aprendizaje (metacognición) y a autoevaluarse es cuando realmente aprende. En cuanto al feedback necesario para optimizar el aprendizaje, se ha demostrado que se ha centrar en la tarea, no en el alumno, ha de ser claro en los mensajes y ha de promover la reflexión y la autorregulación del aprendizaje (“¿cómo?”, “por qué?”).

SALUD CEREBRAL

A pesar de la jerarquía de asignaturas que todavía prevalece en la actualidad, las investigaciones en neurociencia están revelando los beneficios cognitivos que suministran otras disciplinas menos valoradas como son la educación física o la artística. El ejercicio físico, especialmente el aeróbico, incrementa la plasticidad sináptica y la neurogénesis y constituye una estupenda forma de generar ideas creativas (el famoso ¡eureka!) al evadirnos del pensamiento centrado que nos tiene atascados en la resolución de una tarea. Algo parecido ocurre con el sueño, cuya importancia además en la consolidación de las memorias también se ha demostrado. Por otra parte, se ha comprobado que la implementación de las actividades artísticas en el currículo tiene múltiples beneficios, entre los que habría destacar la adquisición de toda una serie de competencias socioemocionales imprescindibles para el desarrollo académico y personal del alumno. Para mejorar las llamadas funciones ejecutivas del cerebro que nos permiten planificar y tomar decisiones adecuadas, nada más interesante que combinar el ejercicio físico con el mental, como en el caso de las artes marciales, o hacer teatro para mejorar el autocontrol.

EL PROFESOR

Y llegamos a la figura imprescindible del profesor. Un profesor que conoce su materia y reflexiona sobre ella, que inspira, que fomenta la autonomía, que propone retos adecuados, que acepta el error, que fomenta la creatividad, que está en constante actualización, que tiene vocación y que, sobre todo, mira con afecto a sus alumnos activando su sistema de recompensa cerebral asociado a la dopamina, transmitiendo entusiasmo y esperando siempre lo mejor de ellos.

 El profesor debe convertirse en un investigador en el aula que analiza los efectos de su enseñanza en el aprendizaje de los alumnos y, en caso de no de no darse el aprendizaje, es lo suficientemente flexible para utilizar nuevas estrategias pedagógicas. Porque lo que requiere el alumno en la mayoría de las ocasiones no es más de lo mismo sino un planteamiento diferente.

En el aula todos aprendemos y más cuando se abren las puertas de la misma.

Jesús C. Guillén

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Para saber más:

Hattie, J. (2012). Visible learning for teachers. Maximizing impact on learning. Routledge.

Malpica, Federico (2013). 8 ideas clave. Calidad de la práctica educativa: referentes, indicadores y condiciones para mejorar la enseñanza-aprendizaje. Graó.

Morgado, Ignacio (2014). Aprender, recordar y olvidar. Claves cerebrales de la memoria y la educación. Ariel.

Sousa, David A. (2011). How the brain learns. Corwin.

Tokuhama-Espinosa, T. (2014). Making clasrooms better. 50 practical applications of mind, brain and education science. Norton.

ALGO MÁS QUE UN COMENTARIO 3 (A propósito de las preguntas planteadas por Manuel Molano)

En su comentario a la entrada Sobre test de inteligencia y exámenes formales, Manuel Molano nos interpela con las siguientes preguntas:
  • ¿Existe algún test de inteligencia que tenga en cuenta lo que proponéis?
  • ¿Es posible tal cosa? 
  • Si fuese así, supongamos que un alumno resulta ser un genio en matemáticas y el peor de la historia en lengua y literatura, ¿cómo deberíamos orientar su educación? 
  • ¿Sirven de algo los test de inteligencia, sean como sean?

Muchas gracias por los comentarios. Ante todo, el objetivo principal del blog es el de fomentar la reflexión sobre cuestiones educativas, teniendo presentes los nuevos estudios empíricos derivados de la moderna neurociencia cognitiva. Lamentablemente, es difícil concretar las respuestas  a las preguntas planteadas ante la falta de evidencias experimentales en el aula.

En mi opinión, el concepto de inteligencia no se puede basar únicamente en la medida del cociente intelectual. Es exagerado pensar que podemos cuantificar la inteligencia mediante los test tradicionales. El hecho que en los test de inteligencia predominen los contenidos lógico-matemáticos y los lingüísticos se fundamenta en la creencia clásica de que el razonamiento prevalece sobre el sistema emocional en el comportamiento y la toma de decisiones. Actualmente sabemos que, aunque creamos ser seres racionales, la mayor parte de decisiones las tomamos inconscientemente. De ahí la importancia del aprendizaje emocional (también social) en la búsqueda de una “educación del inconsciente”.

La educación debería tener en consideración las diferentes habilidades que todos tenemos, tratándolas en igualdad de oportunidades y fomentando su optimización. La identificación temprana de las habilidades del alumno, y también de las debilidades, pueden permitir aplicar las medidas académicas adecuadas para fortalecer las virtudes y corregir las deficiencias. A través de un enfoque interdisciplinar en el planteamiento de las asignaturas se puede guiar a un alumno, especialmente dotado para una materia, hacia conceptos complejos de otra disciplina en las que no destaque en absoluto. Y es que existen estructuras comunes en diferentes disciplinas que nos pueden aportar sugerencias concretas, como señalar hábitos productivos en el estudio de la materia en cuestión.

El proceso de evaluación, entendido como un proceso de obtención de información útil para el alumno, que permite orientar de forma adecuada su evolución académica, no requiere la realización continuada de exámenes formales, a menudo descontextualizados. La teoría de las inteligencias múltiples propone la realización de proyectos alternativos, basados en la típica relación maestro aprendiz, en los cuales los instrumentos de evaluación constituyen una experiencia real de aprendizaje. Todo ello, a través de un proceso que motive adecuadamente al alumno.

La mayor importancia que se le otorga a algunas asignaturas, en detrimento de otras, está en contradicción con la idea de que la inteligencia es heterogénea y diversa. Descubrir las verdaderas habilidades del alumno no requiere la realización de los test tradicionales. Al identificar las fortalezas individuales y optimizarlas, podremos llevar a cabo la planificación educativa pertinente. El gran problema reside en que no tendríamos que presentar los currículums de la misma forma a todos los alumnos y, sin embargo, estamos restringidos por la uniformidad de los mismos.

Los niños, a edades tempranas, están dispuestos a alcanzar dominios en áreas determinadas. Esto nos puede permitir la impartición de conocimientos específicos, en pleno equilibrio con los conocimientos globales. Howard Gardner recomienda algún grado de especialización en etapas intermedias de la infancia (8-14 años) que  permita alcanzar al alumno el dominio de una materia o un conjunto de habilidades. Por otra parte, la identificación de vocaciones que complementen las aptitudes del alumno puede permitirle encontrar su “elemento”, del que tanto habla Ken Robinson. Todo en beneficio de una relación directa entre el conocimiento escolar y los intereses extraescolares, llevándose a cabo un aprendizaje de forma cooperativa.

Los test de inteligencia, desde mi punto de vista,  pueden ser útiles para detectar casos extremos, pero deberían sustituirse por otras formas más flexibles de evaluación. Y, además, actualmente se utilizan más para destacar las deficiencias que no las virtudes de los individuos.

Evidentemente, aunque determinadas medidas prácticas pueden aportar ciertos  problemas en su aplicación, somos conscientes que la nueva educación requiere la incorporación de nuevas técnicas pedagógicas. Y muchas de ellas se fundamentan en investigaciones llevadas a cabo en el ámbito de la  neurociencia. Los descubrimientos relacionados con la plasticidad cerebral, las neuronas espejo o la toma de decisiones inconsciente abren nuevas y necesarias técnicas de aplicación. Por ejemplo, respecto a los casos anteriormente planteados, la continua evolución de nuestro cerebro nos permite entender que podemos construir el talento con esfuerzo y que todos tenemos posibilidades de mejora, siendo seres únicos y diferentes. El descubrimiento de las neuronas espejo nos permite identificar la compartición de conocimiento a través de la imitación, como la forma básica de crear cultura a base de la cooperación social. Asimismo, el conocimiento de que la mayoría de decisiones que tomamos son inconscientes nos lleva a plantear el aprendizaje emocional como una herramienta educativa, tanto o más importante, que la meramente racional, utilizada  para destilar los tradicionales contenidos académicos. Y son sólo algunos ejemplos.

La auténtica transformación urgente que requiere el modelo actual de escuela necesita la cooperación de educadores, investigadores, padres y políticos. Es una cuestión de voluntad. Y sabemos que se aprende con el paso del tiempo.

Jesús C. Guillén